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¡El espíritu de la festividad de Santa Anita ha vuelto a cobrar vida en la ciudad de Tarija!

Niñas y niños con sus familias son protagonistas con las miniaturas

Cada 26 de julio, las calles se llenan de color y alegría mientras los niños y niñas se convierten en los protagonistas de esta tradición que celebra la cultura y la identidad de la región y el epicentro es la calle ancha, hoy avenida Cochabamba.

Desde tempranas semanas, las familias se unen para preparar con entusiasmo los puestos de venta en la feria de Santa Anita. Con sus vestimentas típicas, los pequeños artesanos exhiben con orgullo los objetos en miniatura que ellos mismos han tejido con esmero. La gastronomía también se suma a esta dimensión diminuta, con deliciosos platillos típicos en versiones minúsculas que deleitan tanto a niños como adultos.

Entre los pequeños, destaca en la festividad, la encantadora niña Ashley Valentina Arias Velásquez, quien con el espíritu de la radio Fides Tarija, lleva ya tres años realizando con gran entusiasmo entrevistas a los vendedores. Estos comerciantes, alegres y emocionados, expresan cómo la tradición cobra vida nuevamente en cada edición, gracias al entusiasmo y el ingenio de los niños que, junto a sus familias, mantienen viva esta hermosa celebración.

Es interesante remontarse en el tiempo y conocer cómo todo comenzó. En 1892, gracias a la iniciativa de los vecinos de la entonces llamada Calle Ancha, ahora conocida como Avenida Cochabamba, se levantaron los primeros puestos de miniaturas frente a la Capilla de San Roque. Los niños, coadyuvando con sus padres, participaban activamente en la elaboración, fabricación y venta de estas pequeñas obras de arte. De esta manera, nació la festividad de Santa Anita, inspirada en las “conchitas”, los botones de conchas que se utilizaban como moneda de cambio, según datos rescatados por el escritor René Aguilera Fierro.

Con el paso del tiempo, esta tradición se ha enriquecido, y los artesanos han ido perfeccionando su habilidad para crear miniaturas de todo tipo: muebles, vehículos, delicias culinarias y objetos diversos, como trompos, sellos y bolillas de arcilla, entre otros.

El día previo a la festividad, el 25 de julio, es un preludio lleno de emociones, cuando los niños adornan las calles con sus surtidas “ventas” de conchitas. No se trata de lucro o comercio, sino de compartir la alegría de adquirir, canjear y mostrar con orgullo su colección de pequeños tesoros, “así era en sus inicios”.

Y finalmente, el tan esperado 26 de julio, es una verdadera fiesta para toda la población. Niños, jóvenes y adultos se unen en una algarabía de entusiasmo y curiosidad. Los pequeños, llenos de emoción, participan activamente en el canje de conchitas, convirtiendo esta sana distracción en un inolvidable día de diversión y compañerismo.

Así, cada año, la festividad de Santa Anita se convierte en un emocionante encuentro entre generaciones, donde los niños son los protagonistas indiscutibles y donde la unión familiar se fortalece a través de la tradición y la creatividad. Santa Anita es más que una celebración; es el reflejo del espíritu cálido y vibrante de una ciudad que se enorgullece de su historia y que mira con ilusión hacia el futuro. ¡Que viva la festividad de Santa Anita!

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